Microrelatos

Ciudades Amuralladas

—Hace 30 años atrás nos hubiesen mirado como extraños pero parece que hoy en día la creatividad se nos ha escapado de las manos. Ni siquiera hace 20 años lo hubiésemos imaginado, y tanto que me quejé de pequeño porque pensaba que los límites y las fronteras eran innecesarias. Tantas reglas e incluso etiquetas para poder pasar de un lado a otro. Pero como nos encantaba llenar de sellos las páginas del pasaporte. Ahora cada uno de nosotros es una ciudad amurallada, incluso peor que aquellas construidas durante el Imperio Romano.

Porque ahora no solo tenemos el derecho pero el deber de llamarlo distancia social. Pues a mí me tendrán que quemar en una hoguera así como hacían con las brujas en aquellas remotas épocas, porque jamás dejaré de creer en el poder de un reconfortante abrazo. No necesito excusas para ser distante pues nunca he sido hipócrita con quienes no me agradan. Aunque puede que me gane un par de enemigos por decir todo lo que pienso. Pero yo no estudié más de 15 años para que ahora quieran verme la cara de tonto. Podrán engañar a las mentes más débiles pero yo sé muy bien lo que intentan lograr con este nuevo ‘’orden social’’. Hace 10 años hubiese estado en algún bar conversando al respecto con mis amigos, pero como ya te expliqué; ahora la mayoría ha puesto murallas alrededor, murallas disimuladas y excusadas tras máscaras y guantes de goma. Y temo que nunca nada vuelva a ser como antes, pero al menos de mi parte, te prometo que seguiremos viniendo a correr al parque. Te prometo traer todas las tardes porque mientras cumplamos con nuestra dosis de vitaminas diarias, no habrá miedo que enferme el alma y aunque lo haga, eso también forma parte de la vida ya escrita. —El joven hombre terminó de desahogarse y suspiró mientras su fiel cachorro atentamente lo escuchaba con la cabeza reposando sobre sus piernas. Finalmente ambos fijaron su mirada cálida sobre la maravillosa puesta de Sol. Él le sonrió aunque con aire nostálgico, y juntos permanecieron sentados en el banco hasta el caer de la noche. El cielo se vistió de luto pues el parque se mantuvo triste y desolado, culpa de la ‘’nueva realidad’’ que quien sabe cuándo y cómo acabará.

© Mariana J. Pereira S.